Como el fuego y el agua

La muerte es la otra cara de la esfera del sueño
y en torno a ella jugamos ignorando su nombre.
Al sueño de la vida le llamamos la muerte,
pero ella es la hermosura que duerme al otro lado
del párpado y la noche, de otra vigilia nueva
que por negra y brillante suena en el corazón.
La vida, que no es nombre siquiera en el deseo
de esa muerte escondida, permanece en la música
como el mar repartido de esa esfera que vibra.
Un centro que no es centro sino fuego infinito
reclama la angostura del tiempo en que se tocan
esas dos ilusiones que sueñan muerte y vida.
Un centro como el fuego y el agua en una mano,
la mano que sostiene de la muerte su música
y de la vida el eco de esa música muerta.